sábado, 14 de mayo de 2011

Tiene que haber alguna razón

Autor: Jesús Alvarado

Tiene que haber alguna razón para que un equipo que es capaz de jugar la primera parte de ayer, que a mí me gustó, en la que el equipo funcionó como tal, en un envite que no era fácil ante un Osasuna obligado a sobrevivir en su abarrotado campo, en la que hicimos dos goles y no encajamos ninguno, se derrumbe de forma estrepitosa como hizo nuestro Sevilla en el ominoso segundo acto del Reyno de Navarra.
No es normal. A mí me da la impresión de que lo que terminó de hundir al Sevilla FC fue la lesión de Fazio porque, hasta entonces, con el argentino en el mediocentro, el partido estaba ganado y controlado si bien es verdad que la inexplicable falta de tensión con la que el equipo saltó al campo tras el descanso puso puente de plata a las que parecían remotísimas esperanzas osasunistas de remontar el partido.
No tiene perdón de Dios, no lo tiene,que en un partido como el de ayer, con la importancia de los puntos en juego (la victoria nos hubiera permitido incluso empatar el domingo con la Real, en un empate que dejaría contento a todo el mundo en Nervión, donostiarras incluidos, para ser sextos) sabiendo que el contrario está colgando del precipicio agarrado ya con una sola mano, no sólo no le pisemos los dedos para arrojarlo al vacío de forma definitiva sino que le permitamos asirse con la otra mano e incluso le demos la nuestra para que se salve.
Imperdonable.
Pero ya digo que tiene que haber alguna razón para que el equipo pase, tras quince minutos de descanso, de ser el que manda sin lugar a duda a ser un pelele. Ese pelele que, desgraciadamente, tantas veces hemos visto a los largo de esta temporada. Con Manzano y con Álvarez.
Con los dos.
Y también tiene que haber alguna razón que explique el inaudito carrusel de lesiones musculares que están asolando la plantilla en el tramo más importante de la temporada. Esto no es nuevo, eso ya lo sabemos. Por eso que no es nuevo, es más grave aún. Yo no soy médico ni preparador físico. Pero conozco a gente que sabe de esto que me asegura que lo que brilla por su ausencia en este tema es la prevención.
Las lesiones musculares, naturalmente, no se pueden evitar al cien por cien. Pero se pueden reducir con un plan preventivo. Naturalmente también eso requiere dedicación, tiempo y trabajo.
Habría que hacerlo.
Tiene que haber alguna razón que a mí se me escapa para que tal y como está la plantilla de mermada, un futbolista que ha demostrado su valía con creces como Alejandro Alfaro no juegue nunca. Yo no la conozco, pero tiene que haber alguna razón.
Tiene que haber alguna razón para que Diego Capel, zurdo cerrado, siga sumando partidos y minutos en banda derecha. Yo no tengo ni puta idea de fútbol, pero en mi desconocimiento absoluto de esto, cada vez que veo al de Albox actuar en esa demarcación se me cae el alma al suelo.
Tiene que haber alguna razón para que el concepto defensivo, piedra angular del fútbol, haya desaparecido como por ensalmo de este Sevilla que se hizo fuerte en eso no hace tanto tiempo. Y con resultados óptimos. Claro, que como ya se sabe, aquello era una basura y había que ir a Nervión con una novela bajo el brazo porque el equipo aburría al personal.
Qué majadería. No sé qué pensarán ahora los simpáticos que entonces decían esas sandeces.
El de anoche, tan terrible, fue el ¡sexto partido! de la temporada en el que el Sevilla FC hace dos goles o más y no consigue la victoria.
¿A dónde vamos así?
Pero, sobre todas las cosas, tiene que haber una razón para explicar que a pesar de los palos tremendos que este año nos estamos llevando, a pesar de los varios ridículos espantosos que nuestro equipo ha hecho este año en esta Liga de las estrellas (o los estrellados, a veces), a pesar de los 58 goles en contra, a pesar de las 14 derrotas, a pesar de la puñalada de anoche sobre la herida aún no cicatrizada de la puñalada del pasado sábado, uno se levante esta mañana y esté deseando ya que llegue el partido del domingo para estar en la Casa Grande del Fútbol de Andalucía y hacer lo poquito que uno pueda hacer para tratar de ganar ese partido ante la Real.
Yo no voy a machacar a los míos. Sufriré, que sufro. Lloraré, que lloro. Me costará conciliar el sueño, que me ha costado. No me quitaré de la barriga este puño que me aprieta, pero no haré leña del árbol caído. Nunca lo he hecho. No lo haré ahora.
Eso sí se hará en infinidad de lugares. Eso se hará en un montón de sitios. Cantidad de gente recurrirá a eso.
Yo no.
Por muy demoledor que fuera lo de anoche, que lo fue. Por muy desalentador que resultara nuestra segunda parte, o el partido ante el polvo de estrellas, resulta que la función aún no ha terminado.La batalla continúa. En mi trinchera hay muchos de los míos heridos, da la sensación de que no vamos a poder vencer en esta lucha. Pero la última palabra no ha sido dicha todavía.
Quedan cartuchos en mi escopeta que disparar. Quedan opciones de salir victorioso. Más difícil era el año pasado, donde nos quedaba un solo partido que había que ganar sí o sí lejos de Nervión.
Era otro objetivo mayor, ya lo sé. El mismo objetivo mayor que hace dos temporadas se alcanzó en la penúltima jornada con aquel gol de Perotti al Deportivo (tercera plaza, qué aburrimiento) y a pesar de ello muchos se dedicaron en la fiesta en la que se convirtió Nervión a insultar y silbar al entrenador que nos había llevado hasta allí.
Increíble pero cierto.
El pasado año lo hicimos en el minuto 93, en el último segundo de la temporada, en inferioridad numérica, ante un rival primado hasta los ojos que hoy, qué cosas, ya está en segunda división.
Yo, por si no lo sabes, me sentiré tremendamente feliz si mi equipo, este año, queda séptimo.
¿Qué eso supone que los profesionales de la plantilla tienen que terminar sus vacaciones en junio? Haber hecho mejor las cosas.
¿Qué eso supone tener que disputar un par de eliminatorias en el mes de julio? Más entretenido y emocionante va a ser el veranito.
Hay que quedar quinto, sexto o séptimo. Me vale cualquiera. Prefiero quinto o sexto, pero me vale cualquiera. Todo lo que no sea eso será un fracaso de dimensiones descomunales.
No quiero vivirlo.
Domingo que viene. El rival, la Real Sociedad. Virtualmente salvada. No matemáticamente, claro que no, pero todo el mundo sabe (incluso el que dice lo contrario) que ningún equipo se irá a segunda con 44 puntos. Lean la prensa donostiarra.
Ganar, si el Espanyol no gana en Zaragoza (que se juega la vida) es Europa por octavo año consecutivo. Empatar, si el Espanyol pierde en Zaragoza es Europa por octavo año consecutivo. Ganar, si el Atlético de Madrid pierde, es Europa por octavo año consecutivo.
Hasta el empate nos puede valer, señores, para dar por finiquitada la temporada. Y, ojo, que ese empate, dependiendo de las noticias que vayan llegando desde tierras mañas a lo largo de la que será noche de transistores puede beneficiar y contentar tanto al Sevilla FC como a la Real Sociedad.
La plantilla está en cuadro. Las bajas son muchísimas e importantísimas en varios casos.Me da la impresión, no sé por qué, de que, de repente, las lesiones y sanciones que nos asolan volverán a convertirse en invisibles o en “excusas” o “pretextos”. Y el panorama es francamente demoledor.
Pero es el momento de machacar, para los de siempre.
Yo sigo muy preocupado, tal y como estaba en la víspera del partido ante el polvo de estrellas. Mucho más, porque he constatado que mi preocupación de esos días era fundada y porque las cosas, ahora mismo, están mucho peor que entonces estaban.
Pero tiene que haber alguna razón para que, con tantísimas cosas en contra, con tanto bochorno acumulado, con tan poquitas cosas positivas a las que agarrarme yo piense en el domingo que viene y me venga arriba entonando por lo bajini el “aquí estamos contigo, Sevilla” que muchos parece han dejado olvidado en algún rincón del pasado cercano, en algún rincón de esos repletos de copas y de títulos.

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